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Lo de esta masajista es algo más que hacer bien su trabajo, es sencillamente puro arte , ya que sus manos poseen la más refinada sensibilidad, una auténtica sublimación del tacto. Su tacto delicado me transmitía tal confianza que pronto me abandoné en sus manos. El tiempo y el espacio se desvanecieron juntos y en mi mente sólo quedó un deseo pertinaz: que la llama no se apagara nunca.